Encontrar
el punto de coincidencia entre problemas y propuestas al momento de
establecer metas medibles y verificables: es decir, no prometer
mucho, ni proponer poco. Prestar atención a los resultados que de
manera realista sea posible conseguir en el marco de un proyecto
necesariamente limitado en el tiempo. No rogar, ni rebajarse, el
eventual financiador es un socio a la par en el cumplimiento de
nuestra misión, no un benefactor.
Evitar
las afirmaciones que pueden suscitar dudas, tomando en cuenta que
quién leerá el proyecto puede opinar distinto o tener una
sensibilidad diferente a la nuestra. Desde luego no se trata de
amoldarnos a las ideas de nuestros potenciales financiadores con tal
de conseguir apoyo, sino de anticipar todas sus posibles
inquietudes, tanto explícitas como implícitas. Si el revisor del
proyecto se queda con alguna duda sustancial, es posible que no
tenga ni el tiempo ni la posibilidad de resolverla con nosotros, por
lo tanto nuestro proyecto tendría menores oportunidades de ser
financiado. Una cosa es ver rechazado nuestro pedido porque los
revisores no coinciden con nuestras opiniones profesionales, esto es
parte del juego; distinto es saber que la propuesta no fue aceptada
simplemente porque no supimos explicársela cabalmente. Por lo
tanto: enfocarse en los hechos, evitando supuestos no fundamentados,
retórica vaga, palabras emotivas, lenguaje burocrático.
Demostrar
que el equipo profesional encargado de la ejecución del proyecto es
competente, añadiendo, si se considera útil, una breve descripción
de sus trayectorias profesionales y del organigrama que se va a
adoptar, con un detalle de “quién hará qué cosa”. El director
del proyecto, en particular, debe percibirse como un administrador
calificado y comprometido con la misión institucional.
Hacer
énfasis en los antecedentes del proyecto, es decir en todas las
actividades implementadas por la organización que han exitosamente
preparado el terreno a esta propuesta específica. Destacar también
si estas experciencias anteriores han permitido el desarrollo de
metodologías de intervención innovadoras: nuestro entusiasmo en
presentar la propuesta debe estar enfocado en la resolución de los
problemas abordados, de ninguna manera en la obtención del dinero.
Cuidar
la apariencia de la página escrita, para que se vea “limpia”,
con suficiente espacio en blanco y un tamaño de letra adecuado;
tratemos de que resulte fácil de leer, utilizando encabezados
breves e incisivos, palabras y conceptos clave remarcados en negrita
y/o subrayados (con discreción), párrafos de máximo 7-8
renglones, y sin errores de tipeo. Asegurarse también de haber
respetado todos los eventuales lineamientos o directrices
establecidos por el financiador. A veces, es suficiente releer en
voz alta lo que escribimos para darnos cuenta de la necesidad de
agregar o sacar puntuación. También la numeración consecutiva de
las páginas facilita la lectura, mejor si queda en la parte central
inferior de la misma. Finalmente, que quede constante el formato de
subtitulos e interlineado.
Demostrar
nuestras eficiencia y competencia administrativa a través de una
propuesta bien organizada. Las secciones (objetivos, actividades,
metas, etc.) tienen que estar claramente definidas e identificables
para facilitar el trabajo de los revisores. Si poseemos estadísticas
acerca de acciones pertinentes que ya hemos realizado, las podemos
reportar en formato de tabla o gráfico; así añadimos seriedad y
profesionalismo a nuestra labor. La eficiencia se demuestra también
utilizando un lenguaje positivo, no en modo condicional que sugiere
cierta inseguridad: decir “podemos” en lugar de “podríamos”
y “hacemos” en lugar de “haríamos”, por ejemplo.
Definir
una persona encargada de redactar la propuesta, incluso si se trata
de un proyecto complejo que implique reunir información proveniente
de distintos sectores de la organización. Todos sabemos que el
trabajo en equipo es necesario y deseable para el armado de una
prouesta: nadie puede poseer toda la información necesaria y, más
bien, se correría el riesgo de producir documentos poco congruentes
con la visión general de los miembros de la organización. Sin
embargo, de costumbre, se evalúa positivamente que la redacción de
una propuesta posea un estilo uniforme y coherente, porque da la
idea de una organización bien articulada en su interior. Se puede
también delegar esta función a un especialista externo, contratado
puntualmente, a condición de que se limite a cuidar la forma más
que el contenido de la propuesta; en la medida que este especialista
tenga que cuidar también los contenidos de la propuesta, tal vez
tendríamos que preguntarnos si la misma no necesita ser trabajada
un poco más.
Utilizar
una extensión adecuada en la redacción de la propuesta, de acuerdo
a los lineamientos estipulados por el donante o la dimensión de la
petición. Para presentar un proyecto de 50mil euros, por ejemplo, a
un potencial financiador que deje un formato “libre”,
recomendamos una extensión de alrededor de 20 páginas,
suficiente para describir de manera adecuada la problemática que se
quiere abordar, las actividades, los objetivos, el presupuesto, la
sustentabilidad de la acción, etc. Es posible que se encuentren
convocatorias que requieren una redacción muy detallada de la
propuesta, pero ofreciendo financiaciones desproporcionadamente
bajas (menos de 10mil euros). No es un hecho que hable a favor de la
seriedad del donante, y la organización debería reflexionar si le
conviene participar de la convocatoria o no. Tal vez, en estos
casos, sea posible presentar un proyecto ya preparado que no
requiere mucha adaptación al formato requerido y que, por alguna
razón, se ha quedado “en espera”.
Tomar
en cuenta que el ejercicio de armar proyectos debe ser constante al
interno de una organización, independientemente de las
oportunidades que se nos presenten. Esto resulta de gran importancia
sobre todo al momento (casi inevitable) de lidiar con fechas límites
ajustadas para presentar propuestas. Tener 2-3 proyectos listos en
el cajón, o por lo menos encaminados, es signo de la buena
vitalidad de una organización.
Recordar
que
estas sugerencias, es verdad, sirven para facilitar el trabajo
de los revisores de los potenciales donantes, que a menudo tienen
que leer pilas de propuestas similares. Pero, los primeros que se
benefician de ellas somos
nosotros mismos: antes que nada, porque
nos permiten detectar eventuales agujeros o errores en la
información que queremos brindar, y así realizar las correcciones
que corresponden; y, en segundo lugar, porque nos ayudan a construir
y a “vender” el proyecto con mayor eficacia dentro de nuestro
universo organizacional.
Exelente!!! gracias
ResponderEliminarAgustin-Salta