Al momento de elaborar un
proyecto social, la sustentabilidad es un elemento clave. Como hemos
desarrollado en una entrada anterior, la
importancia de incorporar la sustentabilidad al desarrollo de nuestra
organización en su etapa inicial es fundamental. Por lo tanto, queremos ahondar más en este aspecto brindando
algunas estrategias claves para lograrla.
Cada agencia de cooperación,
de hecho, prevé en sus formatos de redacción de proyectos preguntas que la
ayuden a resolver las siguientes interrogantes:
·
¿La organización solicitante tiene la capacidad de continuar el proyecto
una vez que el financiamiento externo haya terminado? O, en otras palabras: ¿los
destinatarios del proyecto seguirán siendo atendidos?
·
¿Qué planes hizo la organización solicitante para el futuro? ¿Tiene la
intención y/o la capacidad de asumir los costos de gestión de este proyecto?
¿Ha encaminado los vínculos institucionales oportunos para que otros actores
(por ejemplo, el Estado o una empresa) asuman esos costos en un tiempo
razonable?
Son preguntas pensadas para resolver un dilema muy sencillo: ¿invertir en
ese proyecto va a multiplicar beneficios para una población vulnerable o va a
ser una pérdida de dinero? En base a la respuesta, cualquier donante
tomará la decisión de priorizar una propuesta frente a otra. Este tema es tan
importante que, en algunos casos, los donantes prefieren no invertir recursos
en un proyecto si no vislumbran las garantías adecuadas de sustentabilidad, a
pesar de que esto signifique quedarse con “plata en el bolsillo”.
Desde el punto de vista de una organización de la sociedad civil, pensar
en la sustentabilidad de sus proyectos es una tarea bien compleja. Si un
proyecto aun no ha empezado, ¿cómo puedo pensar ahora en su continuación dentro
de 12 o 24 meses? Esta dificultad persiste, con más razón, si tomo en cuenta la
complejidad de los contextos sociales y culturales en los cuales nos movemos, que
se muestran difícilmente predecibles con tanta antelación.
Por más que sea un verdadero
reto, sin embargo, es un trabajo muy interesante y necesario para la misma salud de nuestra organización.
Algunas de las estrategias más “tradicionales” en este
sentido pueden ser resumidas así:
Incorporar la sustentabilidad en el mismo diseño del proyecto, desde sus
etapas iniciales y no como algo agregado a
posteriori.
Estudiar estrategias para integrar el proyecto en el presupuesto de su
organización y cubrir sus costos de gestión a través de metodologías ya
instaladas en nuestra organización de recaudación de fondos.
Activar desde ya vínculos con otros donantes que puedan patrocinar el
proyecto, incluso parcialmente, manifestándoles sus beneficios y alimentando su
interés en sostenerlo a largo plazo. Inclusive, se pueden firmar convenios con
actores estatales para que se asuman sus costos a futuro, a condición de que
cumplan con determinados (y medibles) objetivos de desempeño. Si nos asociamos
a una universidad, por ejemplo, podemos recibir gratuitamente horas de trabajo
de docentes y estudiantes avanzados, en el marco de una práctica profesional:
de esta manera, podemos ir progresivamente reduciendo el impacto de los
honorarios profesionales en la gestión del proyecto, normalmente el verdadero
dolor de cabeza para cualquier organización de la sociedad civil.
Incluir a la comunidad en el proyecto desde la etapa inicial de diseño,
para que lo sienta propio y se involucre de manera protagónica al momento de
asumirlo y sostenerlo gratuitamente o semi-gratuitamente sin financiaciones
externas.
Determinar si el proyecto en su conjunto tendría que continuar, o más bien
sólo algunos de sus componentes, con consecuente reducción de sus costos de
ejecución.
Además de presentar propuestas de acciones eficaces y originales, es
importante demostrarle al donante que nuestra organización tiene muy presentes
todos estos temas; en la medida que logremos hacerlo, tendremos más esperanza
de que nuestro proyecto reciba apoyo.
Proyectos sustentables en el largo plazo
Finalmente, nos parece
importante aclarar también qué tipo de proyecto puede ser más sustentable que
otro. Elaborar proyectos para cubrir los costos de las actividades que
normalmente venimos ejecutando, por ejemplo, puede convertirse en un boomerang
ya en el mediano plazo. Visto que los
honorarios de los profesionales involucrados en su ejecución aumentan
constantemente, podríamos encontrarnos en la necesidad de buscar
continuamente recursos cada vez mayores, con el riesgo de no conseguirlos,
incluso debido a factores externos e independientemente de que nuestras
actividades sean o no eficaces. Las crisis financieras en Europa, por ejemplo,
provocaron la reducción de ayudas para proyectos, y por consecuente han
limitado considerablemente la capacidad de ejecución de muchas ONGs en el mundo,
cuyas actividades por lo tanto no habían alcanzado un nivel satisfactorio de
sustentabilidad.
Una posible solución, entonces, podría consistir en utilizar la herramienta
“proyectos” para otro tipo de actividad: algo menos cíclico y más
acotado en el tiempo, capaz de dejar
beneficios instalados en la organización o en los destinatarios de sus acciones,
y que podrán continuar sin necesariamente depender de subsidios externos.
Las capacitaciones son un ejemplo clásico, en este sentido, o las inversiones
en herramientas o maquinarias: es más fácil justificar la sustentabilidad de un
proyecto que propone adquirir los insumos necesarios para iniciar o fortalecer
una actividad productiva, capaz de incrementar los ingresos de una cierta
población, así como de generar empleo genuino. También podemos justificar un
proyecto que nos permita contratar un profesional a fin de que realice un
relevamiento de datos y un diagnóstico participativo: no se trataría de un
gasto fijo, cuya sustentabilidad tendría que justificar, porque este
profesional trabajaría con nosotros durante un plazo definido y con estos datos
podremos fundamentar mejor nuestros proyectos futuros.
Como ya dijimos anteriormente, en la medida que nuestros proyectos
cubran gastos fijos, nos exponemos al riesgo de no poder cubrirlos y tener
que cerrar o reducir servicios que tenemos activados en nuestra organización,
con todos los costos que eso implica, no sólo estrictamente económicos, sino
también de imagen, etc.. Para los gastos fijos sería mucho mejor asegurar ingresos fijos: mediante convenios
con entidades públicas, o incluyéndolos en nuestras habituales estrategias de
fundraising, como eventos de recaudación de fondos o campañas de captación
de nuevos socios.
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