
Antes de las tres ideas que vamos
a exponer, se me permita hacer tres breves premisas.
Es perfectamente normal que las
Organizaciones de la Sociedad Civil nazcan y mueran. Habitualmente, nacen por
una necesidad específica, gracias a la contribución de personas concretas, y pueden
ser más o menos exitosas. Dando por descontado que el entorno de la
organización con el tiempo cambia (en términos de necesidades y oportunidades),
así como mudan sus recursos humanos internos (con las correspondientes
fortalezas y debilidades), es obvio que una organización perdura en el tiempo
en la medida que logre actualizar con regularidad su misión y su manera de
actuar. Si, por la razón que fuere, una OSC no puede o no quiere hacerlo, es
evidente que se acerca el momento de su cierre.
La segunda premisa es que no
existen recetas preconfeccionadas que permitan asegurar la sustentabilidad de
una ONG; es por esta razón que prefiero hablar más bien de una “arquitectura
financiera”, porque se parece más a una disciplina artística que a un algoritmo
y requiere muchísima creatividad a todos los miembros del equipo de trabajo,
pero especialmente al coordinador. Puede atemorizar la incertidumbre que genera
este modelo, sin embargo también resulta apasionante la manera en que genera libertad
y soluciones siempre nuevas e inesperadas. Es verdad que hay reglas que es necesario
respetar, y muchas entradas de este blog apuntan hacia eso: pero, si un gerente
de OSC no está dispuesto a aceptar la incertidumbre diaria como inevitable,
casi que sería mejor que se dedique a otra actividad, o a la misma actividad desde
otro ámbito.
La tercera premisa, entrando más
en cuestiones financieras, es que sugiero distinguir los proyectos de los
gastos fijos. Aunque sea cierto que no pueden separarse de manera tan tajante,
un hábito recurrente en las OSC que asesoramos consiste en considerarlos casi
como la misma cosa, con la consecuente generación de confusiones. El pago de
alquileres, servicios y sueldos de personal en relación de dependencia, por
ejemplo, pertenecen más al rubro gastos
fijos; los proyectos deberían
servir más para actividades puntuales, que encaran un problema específico y lo
“resuelven” y se cierran dentro de un plazo definido sin generar obligaciones
para la misma OSC; a menos que no se decida continuar en el tiempo las
actividades de un proyecto determinado, pero con la consciencia de que de esta
manera el proyecto se convierte en un gasto fijo. Después, en la práctica, es
posible que un proyecto pueda cubrir “algo” de los gastos fijos; pero, y con
toda la razón, muchos financiadores son estrictos al momento de reducir los
gastos elegibles de un proyecto y admiten solamente los que estén directamente
relacionados con los gastos de ejecución del mismo proyecto.
Y allí, entonces, para muchas OSC
comienzan los problemas. Si los proyectos no resuelven el tema de los gastos
fijos, o lo pueden abordar sólo marginalmente, ¿cómo resolver el problema de
sueldos y honorarios? Más en un entorno en el cual, gracias a Dios, se respetan
los derechos de los trabajadores y se les reconocen aumentos en sus
remuneraciones conforme a la antigüedad y a la inflación. ¿Cómo obtener
financiaciones regulares que permitan la subsistencia de una ONG? Siendo muy
simplistas, una empresa puede aumentar sus precios, el Estado puede imprimir
más billetes, pero una ONG?
Luego de esta larga introducción,
se detallan algunas ideas, entonces, que esperamos resulten de utilidad, a
condición de que no se tomen como una panacea, es decir como la solución a
todos los problemas.
Actividades
productivas. Existen organizaciones que poseen emprendimientos sin fines de
lucro cuyas utilidades son reinvertidas en sus mismas actividades de utilidad
social, sin contar que esta solución también permite generar empleo genuino.
Pueden ser cooperativas de artesanos, prestadoras de servicios, talleres en los
cuales pueden ser empleados los destinatarios directos o indirectos de las
mismas actividades de la organización, como madres solteras o los padres de los
chicos que reciben apoyo escolar.
Una organización, por ejemplo,
puede conseguir fondos para armar canchas deportivas a fin de promover
actividades diurnas que reduzcan la incidencia de las adicciones en los jóvenes
del barrio; las mismas canchas pueden ser alquiladas a la noche a los adultos
del barrio, lo cual podría generar ingresos para la organización, aunque
pequeños, que al menos puedan asegurar el mantenimiento de las canchas o la
progresiva mejora de sus instalaciones. Otra posibilidad consistiría en asociar
talleres productivos a las eventuales escuelas de formación en oficios que una
organización pueda implementar: puede ser una panadería, o un taller de
costura. También pueden ser emprendimientos que no tengan relación directa con
las actividades de la ONG, como una cochera.
Si se opta por este camino, se
necesita prestar atención a los siguientes puntos: ser éticos y respetar las
leyes vigentes, en primer lugar hacia los empleados, pero también hacia los
prestadores de servicios similares en las cercanías para no generar competencia
desleal; ser totalmente transparentes al momento de reinvertir las utilidades
del emprendimiento (la accountability
es clave); hacer lo posible para que la población destinataria se apropie de
estas iniciativas, mejor aún si se le permite un rol protagonista desde sus
etapas de diseño y elaboración; encontrar actividades que sean realmente
rentables, aunque no generen un dineral, y que no impliquen cuantiosas
inversiones de tiempo o energías.
En este rubro, es posible
recurrir a NESsT, organismo que depende del BID y que brinda asesoría en
actividades productivas para ONG: si hacen clic en esta página, encontrarán muchos
ejemplos de actividades productivas exitosas alrededor del mundo.
Ampliar la
cartera de donantes. El principio a la base de esta estrategia es que es más fácil conseguir
muchos pequeños donantes que un gran donante: porque a pesar de las grandes
crisis financieras, la gente sigue experimentando mucha alegría al momento de donar
un pequeño aporte a una acción social. Ya dedicamos dos entradas a este tema (1
y 2),
porque pensamos que si una OSC prescinde de eso difícilmente puede ir lejos, y
de hecho nos encontramos en la etapa de armar una plataforma web de donaciones
para pequeños proyectos.
Los primeros donantes son, en
primer lugar, los socios y los sostenedores de una organización. Si hablamos de
una Fundación o, más todavía, de una Asociación Civil, hay que apuntar a ser la
expresión de un cuerpo de personas, a las cuales se pide militancia a cambio de
resultados concretos. Por experiencia, acreditamos que una OSC encuentra más
sostenedores en la medida que logre suscitar confianza y demostrar el cumplimiento
de su misión: después son los mismos sostenedores que se ocupan de buscar
nuevos socios o de promover el trabajo de la institución en ámbito civil y
eclesial, incluyendo empresas o entidades gubernamentales.
Otra manera de conseguir pequeños
donantes consiste en organizar eventos, como cenas, bingos, peñas, recitales,
rifas, locreadas, ventas de empanadas, etc. Hemos comprobado que una peña bien
organizada, por ejemplo, puede convocar a unas 200 personas recaudando
alrededor de 10mil pesos, sin esfuerzos particularmente significativos. Si
consideramos que durante el año se podrían organizar unas 4-5, sólo con esta
actividad se podrían conseguir los recursos equivalentes al sueldo de un
colaborador a medio tiempo. Pero, la variedad de ejemplos posibles es
virtualmente infinita, visto que el único límite es nuestra fantasía. Esta página es un ejemplo, entre
muchos, de ideas al respecto.
También en este caso, es
importante ser transparentes y confiables al momento de reinvertir los recursos
obtenidos, al menos declarando en la página web de la organización cuánto
dinero se ha recaudado y en qué actividad se ha invertido. Además, es necesario
proponer eventos muy atractivos, de modo que la gente participe porque le
gusta, no sólo “para hacerte un favor”, lo cual a lo largo puede desgastar el
vínculo.
Incorporación de personal voluntario. Delegar algunas tareas a voluntarios puede bajar
el costo de sueldos y honorarios, aunque, por obvias razones, no es posible
pensarlas para reemplazar en todo el personal contratado. Los inconvenientes de
abrir el juego a colaboradores voluntarios son conocidos, a continuación se mencionan
algunos: riesgos legales, si la relación entre institución y voluntario no es
correctamente formalizada como tal; escasa continuidad, debido a que un
voluntario puede terminar la prestación de sus servicios en cualquier momento; “volatilidad”
de su aporte a la misión de la OSC si no está bien acompañado por un
coordinador o un tutor.
En nuestra opinión, todos esos
riesgos son predecibles y evitables, en la medida que la OSC cuente con buenos asesores
y coordinadores capaces de motivar a los voluntarios, también asignándoles
tareas claras y valorando los resultados que hayan obtenido. Debido a que un
voluntario dispone usualmente de pocas horas, es importante, en primer lugar,
que la misma OSC tenga claro qué necesita de un voluntario, para que su aporte
no quede desarticulado del trabajo de los demás colaboradores. Parece algo
descontado, pero sigue siendo una falla bastante recurrente.
También se puede recurrir a la
firma de convenios con Universidades, nacionales e internacionales, que siempre
buscan “lugares estratégicos en el terreno” donde sus estudiantes pueden poner
a prueba sus conocimientos en pasantías más o menos largas. Hay una
organización internacional, por ejemplo, AIESEC,
que se ofrece como enlace entre OSCs y estudiantes de muy buena trayectoria
académica, pidiendo a la organización receptora que brinde únicamente techo y
comida a los voluntarios que acepte (por lo menos, ese era su único pedido dos
años atrás, cuando quien escribe era gerente de una OSC y recibió una oferta de
este tipo). Ni hace falta decir que si se quiere llegar a establecer convenios
con instituciones prestigiosas, es necesario ofrecer programas y acciones de muy
buena calidad.
Finalmente, también es
interesante que una OSC logre suscitar algún tipo de voluntariado entre los
mismos destinatarios de sus acciones. Es un tema delicado porque, en su gran
mayoría, se habla de personas que viven en condiciones vulnerables, sin embargo
nos parece importante fomentar este tipo de acciones, no sólo por razones
económicas, sino antes que nada para que los destinatarios se apropien de la
misión institucional. De esta manera, se dará un aporte relevante a la continuidad
de las acciones una vez que la OSC se haya retirado (porque ninguna OSC es
eterna).
Al diseñar la arquitectura
financiera de una organización, hay que tener en cuenta que el abanico de
soluciones posibles es muy amplio, y probablemente la solidez de una OSC se
pueda medir en su capacidad de depender de un mix equilibrado entre distintas
formas de financiación. Es evidente que nada de eso se
improvisa, porque hace falta tiempo, profesionalismo y dedicación. Y, por sobre
todas las cosas, las OSC más exitosas son las que mejor logran generar consenso
dentro y alrededor de ellas, tejiendo la mayor cantidad posible de alianzas,
conectando ganas de transformar el mundo, como decíamos en una entrada anterior:
por definición, las OSC “solas contra el mundo” no pueden prosperar.
Imagen sacada de: http://lasfachadas.blogspot.com.ar/
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